El verdadero tiempo libre es aquel en que cada quien puede hacer lo que tiene ganas, lo que desea, no sólo donde está ‘liberado’ de sus obligaciones.
En este marco, Gabriel Brener argumenta que “es necesario en la vida de un chico poder tener tiempo para descansar, para aburrirse un poco, para no pensar en nada”. Es el modelo contrario a la mercantilización de la educación, en su más amplio sentido. “Hay consumo de danza árabe, de futbol, de reiki, la escuela y después se consume la Play Station. ¿Y dónde quedó el chico que elige?”, deja en el aire la pregunta.
El especialista promueve “hacer crecer a los pibes en convivencia con los otros y no en una serie de individualismos”. Esa cuestión del estímulo permanente, de estar haciendo cosas todo el tiempo, confunde. Porque supone una calidad que no necesariamente se da. “Si no lo que estamos armando son pequeños robots”, advierte Brener.
Es cierto que vivimos en un mundo más rápido, más mediático, más enloquecido. Pero depende, en este caso, de cada familia, poder abrir un espacio de tiempo libre real. Para que los chicos puedan elegir qué quieren hacer y equivocarse también. “El error es una fuente de construcción más genuina que el acierto. No estar expuesto a algún tipo de frustración es más riesgoso que no tenerla nunca”.
Extraído de Nota: “La buena educación”
Revista Rumbos Nº286 - 22 de febrero de 2009