lunes, 9 de abril de 2012
Ahora los niños pueden aprender alemán!
jueves, 5 de abril de 2012
Castigos y penitencias
Tema conflictivo para gran cantidad de padres a la hora de poner límites
Muchas veces a la hora de poner límites se recurre a penitencias o amenazas de castigos. Y en muchos hogares, se suelen escuchar frases como:
· “Las penitencias no le hacen nada”.
· “Parece que buscara el castigo”.
· “Ya no sé qué quitarle”.
· “Yo me quedo con la culpa y él como si nada”.
Entonces la pregunta esencial es: las penitencias, ¿son eficaces? ¿cuáles, cómo, cuándo, cuánto? Reflexionemos:
¿Cuándo aparece la penitencia?
Cuando el hijo no actúa correctamente, no cumple con una obligación o desobedece, aparece la penitencia y el castigo como modo de lograr cambios en la conducta. Generalmente, el objetivo que se busca es enseñarle al niño que hay derechos y deberes, que si se acomoda a algunas reglas podrá sentir más libertad interior para actuar, ya que nadie es verdaderamente libre en el caos.
¿Quién merece castigo y quién determina qué castigo?
El culpable merece el castigo. ¿Pero quién es el culpable? Alguien responsable de sus actos, consciente de su conducta inapropiada.
¿Quién sanciona? El juez es quien sanciona, es el más indicado para determinar la culpa y para ello se le exige objetividad, neutralidad. Algo muy difícil de exigir a un papá, porque los padres no son objetivos ni neutrales. Pensemos, ¿cuántos castigos inmerecidos por haberlos puesto en momentos de rabia o de bronca?
Además, los jueces después de un veredicto, no piden perdón. ¿Y cuántas veces los papás hemos sentido la necesidad o hemos pedido perdón?
¿Qué conducta debe ser sancionada?
No todas. Algunas son verdaderamente travesuras o chiquilinadas que se resuelven con el diálogo.
Otras sí, ya que es importante enseñarle al niño la diferencia entre derechos y deberes. Ciertas prohibiciones básicas son indispensables para que pueda, a partir del no, es decir de que algo le falte, poder desearlo.
La pregunta clave es ¿Qué sanción?
En principio y casi lo único que puede decir, la sanción debe guardar estrecha relación entre lo que hizo y lo que no debió hacer.
Por ejemplo: el niño rompe todos los juguetes apenas se los compran. Sanción: no comprar nuevos o arreglarlos juntos. Esto es más eficaz que dejarlo sin cenar.
O para el adolescente que presta ropa que jamás vuelve a casa o lo hace en malas condiciones. Sanción: no comprar ropa nueva en vez de no dejarlo salir.
Por lo general, previo a la sanción viene la pregunta. “¿Por qué haces esto?” es una pregunta inútil, ya que por lo general los chicos no saben el por qué de una conducta inapropiada. Muy frecuentemente obedecen a razones inconscientes. Es difícil pensar que un niño fabrique una conducta que lo llevará al castigo, voluntariamente.
En realidad el adulto tampoco sabe por qué actúa así cuando se equivoca una y otra vez. Por lo general aparecen los justificativos, las racionalizaciones, pero eso está bastante lejos da la verdad.
¿Qué cuidado hay que tener a la hora de la sanción?
Lo principal es que no implique maltrato ni humillación, ni que sea delante de hermanos, amigos o compañeros de clase.
Uno puede humillar con un tirón de pelo, una paliza o un grito en público. sin ir tan lejos, también con la palabra. Hay palabras que resbalan, pero hay otras que no se olvidan, que dejan huellas negativas en el sujeto, bajando su autoestima y/o aumentando su agresividad.
Como siempre, lo recomendable es agotar primero a instancia del diálogo, esto supone escuchar y ser escuchado y apostar a crear los vínculos con cada hijo.
Y nunca olvidar que creerse los dueños de la verdad y no poder ponerse en el lugar del otro, son la plataforma de lanzamiento hacia el maltrato.
Lic. Liliana González
Lic. en Psicopedagogía
Revista Pasitos